Aunque la Guerra de Sucesión continuó hasta la firma del Tratado de Utrech, podemos decir que la contienda se decantó definitivamente del lado del Duque de Anjou, tras la Batalla de Almansa (25 abril 1707). Este enfrentamiento, del cual salieron victoriosas las tropas borbónicas, supuso la pacificación definitivamente de la región y la conquista de los Reinos de Valencia y Aragón.
Pero, si queremos conocer bien las consecuencias de la Guerra de Sucesión, no podemos caer en el error de estudiarla solo desde el punto de vista ibérico (Castilla versus Aragón). Más bien tendremos que comprenderla dentro de un contexto cronológico europeo y de la evolución monárquica en la Edad Moderna.
Como ejemplo podemos decirque en Europa, desde finales del siglo XVII, se estaban produciendo una serie cambios tecnológico – culturales que culminarían con los grandes avances científicos del siglo XVIII. Por nombrar a alguien, citaremos a los Newton, Vico o Leibnitz.
Aunque, si bien es cierto, estos avances que podríamos considerar Ilustrados, pasaban inadvertidos al grueso de la población: “mientras tanto los campesinos seguían arando, sudando y recogiendo, con suerte, la parte de su esfuerzo que la fiscalidad les permitía…”
Así que, en medio de este contexto de progreso científico; se estaba desarrollando una guerra en varias zonas europeas. Aquí en España, Felipe V, iba a aprovechar la coyuntura de la guerra para efectuar sus reformas. Las cuales, desde el plano de la Ilustración, son más que cuestionables.
El nuevo Rey, propuso un proceso de centralización política y administrativa del país, importado de Francia. Copiar el modelo francés suponía aplicar en España, unas reformas nuevas, extrañas, ajenas e impuestas; algo que nunca se había realizado en nuestro país hasta el momento. Algunos historiadores han visto en este nuevo sistema, una ruptura total y violenta con el siglo XVII.
Este reformismo centralista, amparado por la guerra, acabaría con aquella España plural de los reinos de Castilla y Aragón. Aquella España que había sobrevivido a las guerras civiles tardomedievales, al autoritarismo de los Reyes Católicos o a la ambición del Conde- Duque de Olivares.
10/12/1710 En Villaviciosa de Tajuña tiene lugar la Batalla de Villaviciosa, un día después de la batalla de Brihuega, y último enfrentamiento que sostendrán en la Guerra de Sucesión los ejércitos del Archiduque Carlos de Austria y los de Felipe de Anjou pic.twitter.com/C7PLHKRjUW
— Celtas e Íberos (@Celtas_e_iberos) 10 de diciembre de 2017
Ya en la misma Guerra de Sucesión, el borbón, puso en práctica este modelo centralizador con la supresión de los fueros de Lérida; tras la conquista del Reino de Aragón. Felipe V, se valió de los castellanos para reducir a los aragoneses, catalanes y valencianos. Durante su reinado, viajó directamente hacia el absolutismo, con una política contra los fueros y los privilegios locales.
Tradicionalmente se ha tratado y definido la Guerra de Sucesión y el cambio de dinastía, como un periodo en el que Felipe V vendría a “iluminar” con sus reformas, una España en decadencia.
Y decimos “iluminar”, porque así se ha conocido al siglo XVIII: “Siglo de las Luces”. El siglo de la Ilustración, esa corriente que creía que la razón humana podía construir un mundo mejor y combatir las tinieblas de la tiranía. Pero no es del todo cierto, en Europa entre 1688 y 1745, hay todo un conjunto de reformas administrativas “Ilustradas”. Como son las zaristas, las alemanas (prusianas) e incluso en la monarquía de los Austrias españoles.
Las reformas iniciadas en el siglo XVII de estas 3 monarquías, iban a ser las que más cambiarían la organización de sus estados a lo largo del siglo XVIII.
Fuente: Reformismo en los límites del orden estamental. De Saavedra Fajardo a Floridablanca. Francisco Javier Guillamón Álvarez.
Guimarães says
Según dicen, las cortes catalanas aprobaron los decretos de nueva planta que instauraron un estado centralizado. La ventaja que obtenían era que el Puerto de Barcelona podía de esta manera comerciar con el Nuevo Mundo, y comer de la gigantesca tarta, hasta entonces Sevillana.
A partir de entonces, Barcelona y Valencia comenzaron a existir económicamente, gracias al comercio y al consecuente desarrollo industrial al amparo de aquél. Todo ello promocionado por el estado centralizado.
MMM says
Buen apunte…
Marcos says
Eso es falso. Las políticas del libre comercio colonial no se aplicaron hasta la llegada de las reformas ilustradas de Carlos III. Hasta entonces, el comercio con las Indias lo monopolizaban los puertos andaluces de Sevilla y Cádiz. Además, el auge económico de Cataluña y Valencia se produjo por las políticas de Carlos III que limitaron la influencia gremial y facilitaron la creación de talleres privados,las reformas de libre circulación de mercancías dentro del territorio español y la creación de aranceles para acabar con la competencia exterior. En conclusión, la liberalización del comercio colonial y la libre circulación de mercancías permitieron que los productos catalanes y valencianos pudieran ser exportados tanto a Castilla como a las colonias americanas pero todo esto es muy posterior a los decretos de nueva planta y es imposible que las cortes catalanas aprobaran esos decretos con esa intención sabiendo que supondría su pérdida de privilegios y »autonomía» a nivel local y la incapacidad de comerciar con su producto libremente en las colonias o el interior del país. Es más, obvias una cosa, que los mayores beneficiarios de ese comercio son los comerciantes burgueses y las cortes estaban compuestas en su mayoría por la nobleza y el clero, que eran los únicos con derecho a cargos públicos.