El hallazgo en 1987 de la tumba preincaica del Señor de Sipán, supuso el empuje económico definitivo que necesitaba Perú para su estudio arqueológico. Pero también sirvió para “humanizar” la cultura mochica, por primera vez se le ponía rostro a esta civilización.
El descubrimiento es uno de los más importantes del siglo pasado, comparado en importancia con el de Tutankamón. Se encuentra expuesto desde hace casi 10 años en el Museo de Tumbas Reales de Sipán.
La alarma saltó cuando comenzaron a pagarse botellas de chicha (bebida fermentada de maíz) con pequeñas chaquiras de oro (cuentas de collares) en las bodegas de la zona. Al tiempo, un huaquero (saqueador) descontento con el reparto del botín confirmó las sospechas al denunciar la existencia de un yacimiento junto al pueblo de Sipán, en la costa norte de Perú. Las excavaciones no fueron fáciles: los arqueólogos necesitaron protección policial y sufrieron amenazas telefónicas. Las piezas expoliadas se vendían a buen precio y los salteadores empezaban a sospechar que el botín podía ser mayor.
El señor de Sipán (con féretros), el viejo señor de Sipán (con vasijas), el sacerdote guerrero (en mausoleo de cristal) y foto en las tumbas pic.twitter.com/NPl8KlLeUe
— Suramericapuntapunta (@Suramericapunta) 15 de enero de 2017
El sitio fue un importante centro de poder y santuario religioso del pueblo mochica, construido alrededor del año 1000 a.C. Las piezas más importantes se trasladaron por seguridad al Museo de Tumbas Reales, pero en la muestra que puede verse en el yacimiento también cuenta con restos originales.
Por ejemplo, la tumba del Sacerdote Guerrero, desenterrado en 2007 en Huaca Rajada, 20 años después del inicio de las excavaciones. Fue un integrante de la élite mochica, casi del mismo estatus que el Señor de Sipán. Su ajuar funerario no escatimaba en honores: copas, máscaras, coronas ceremoniales, armas que demuestran su condición militar y hasta la lujosa túnica que vestía en los ritos de culto que el pueblo mochica ofrecía al dios Ai Apaec, incluyendo sacrificios humanos.
Deja una respuesta